El río Styx estaba en calma, el barquero, Caronte,sentado a la orilla apuraba un cigarrillo, la tenue luz de aquel lugar y las tranquilas y oscuras aguas del río de la muerte presentaba desde hacia muchos siglos una insólita inactividad,`` Desde que se puso de moda aquella moda de los cristianos, de la Gloria o el maldito Cielo, nadie cruzaba la puerta de Cancerbero, el perro guardián, ni a ningún muerto se le ponía una moneda en la boca para cruzarle del mundo de los vivos a los muertos ´´ se lamentaba el viejo barquero, ``Al fin y al cabo era cuestión de modas, que con el paso de los tiempos, todas pasan ´´ Se consolaba Caronte, el barquero, mientras encendía otro cigarro en la oscuridad de la gruta del submundo .

Incomprensiblemente sin ser Domingo, ni festivo ni día de comuniones la Iglesia estaba hasta la puerta de fieles, el párroco se quedo sorprendido y se preguntaba que ocurría aquella mañana al ver aquel ambiente. Entro por la puerta de atrás que estaba abierta y se vistió con su sotana apresurada mente, de repente escucho las campanas y estas sonaban a muerto, ahora comprendía la cantidad de gentes, lo raro era que el no había sido avisado del fallecimiento de algún vecino, nada mas que viera al Sacristán le daría la bronca por su terrible fallo de no decirle nada. Salio y se puso delante del altar y se arrodillo delante del Crucificado e hizo la señal de la cruz, extrañamente los fieles al verlo no se pusieron en pie y algunos sobre todos los de la primera fila hablaban entre ellos, las campanas seguían doblando con unos martillazos secos. A los pies del altar un ataúd abierto y en el interior el muerto , la curiosidad por saber quien era el fallecido le hizo acercarse con el agua bendita y al verlo se quedo sorprendido, en el interior del ataúd reposaba un hombre vestido de sacerdote, rápidamente lo conoció, el muerto era el.